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Planeta literario
Claudia Beatriz Felippo
Eran vísperas de Navidad. El pequeño Alex ayudaba a su madre con el armado del árbol navideño. Ya casi estaban terminando, sólo faltaba colgar la estrella dorada en la punta, pues siempre por tradición familiar se colocaba al finalizar, luego de organizar el pesebre. Desenvolviendo las imágenes del Nacimiento, preguntó a su madre por qué los Reyes magos llegaron a Belén y, cuando ella le comentó que iban siguiendo una gran estrella en el firmamento porque eran astrónomos y estaban investigando cierto fenómeno, él la interrumpió diciendo a viva voz:
-¡Eso quiero ser cuando sea grande, astrónomo. Quiero viajar por el espacio, ver la luna, los planetas y descubrir los secretos del Universo!
-Para ello debes estudiar mucho y entrenarte para ser astronauta en la NASA, si en verdad lo deseas.
Mientras su madre terminaba de armar la escena del Nacimiento, tomó la gran estrella dorada entre sus manos, pues debía pensar un deseo antes de colgarla, así fue que cerrando los ojos hizo su pedido en secreto y luego de besar la estrella, la colocó sobre la rama superior cuidando que quedara bien firme.
La idea de estudiar y entrenar para viajar al espacio fue creciendo y tomando forma en su mente. Al poco tiempo, apenas unos días, comenzó a escribir una historia con la finalidad de presentarla en un concurso cuyo premio era una beca de estudios en la NASA. Así fue que comenzó a redactar…
“Era un gran día para el duende de las estrellas. Desde que su tío Alfredo de regreso de los Estados Unidos le había traído de regalo un telescopio, comenzó a interiorizarse por el universo. Su curiosidad era insaciable. El espacio es un lugar muy especial, donde los colores se muestran muy brillantes y además se puede ver desde allí, la altura de todas las montañas y observar la profundidad en el color de los océanos No hay fronteras, ni límites.
Se sintió tan feliz con su regalo que cada noche observaba el cielo tratando de descubrir nuevos objetos espaciales. Todo se veía tan maravillosamente nítido y cercano, que se pasaba horas mirando hasta que la emoción y el cansancio le nublaban la vista y debía interrumpir la tarea hasta la jornada siguiente.
Una noche buscando a Júpiter observó algo extraño, colorido y que no se parecía en nada a lo que ya había visto en otras ocasiones. Por un instante contuvo la respiración y una sensación de asombro se apoderó de su cuerpo y mente. La escena era única, majestuosa y sobrecogedora. Eran libros, muchos libros de cuentos que giraban alrededor de una estrella y agitaban sus hojas dejando ver imágenes de personajes clásicos de la literatura universal. Giraban cual planetas en la órbita de una nueva galaxia donde la estrella era color rojizo, cual si fuera el planeta Marte.
La mirada del niño se ubicaba entre la admiración y el miedo por aquello que lo superaba ante el vacío insondable que llamamos espacio. El aire de misterio que compone el universo, reflejaba en su rostro un gesto de sorpresa. Tener la inmensidad de tal planeta frente a su vista y descubrir este nuevo escenario mágico de libros era mucho para su joven corazón, que palpitaba aceleradamente. Era muy extraño lo que sus curiosos ojos descubrieron en ese instante. De pronto todos los libros se unieron y formaron un planeta bien redondo que se desprendía de la órbita y se alejaba. Él quería saber adónde se dirigía este nuevo planeta, no dejaba de observarlo. Deseaba saber si había personas allí para poder contactarse. Buscó mientras tanto su linterna y trató de hacer señales lumínicas hacia el cielo, intentando llamar la atención, pero estaba tan lejos que, de existir aquellas, no podrían verlo. Cuando el cansancio en la vista comenzó a dar signos se recostó a dormir un rato. De pronto, alguien tomó su mano y sin esfuerzo alguno, lo puso en pie .Aún obnubilado y somnoliento pudo ver que se trataba de un androide, una entidad que imita al ser humano en apariencia , capacidad mental e iniciativa. Le mostró una luz roja muy potente que latía en su mano, la cual se manifestaba con movimientos robotizados y, señalándole la ventana, lo invitó a salir hacia el exterior.
Sobre el césped, se hallaba una nave que presentaba focos luminosos que desprendían destellos de luz blanca, muy potente girando en círculo sobre sí mismos. De lejos pudo divisar una pequeña rampa que lo invitaba a subir por la belleza de su diseño y luminosidad. El niño sorprendido e incrédulo, se restregó los ojos tratando de descubrir si era un sueño o en verdad estaba despierto, ante la gran oportunidad de viajar al espacio.
El androide lo guiaba con su luz roja transmitiéndole tranquilidad. A pesar de ser algo extraordinariamente desconocido y único, se sentía seguro y con ánimo de atravesar esa nueva experiencia. A los pocos minutos estaba viajando en la nave espacial, junto a otro grupo de androides que no se comunicaban verbalmente, sino por señas de luces de distintos colores y magnitud. Le ofrecieron un traje de astronauta y él se lo colocó con gran felicidad, ya que lo deseaba desde hacía mucho tiempo.
A medida que se acercaban al planeta de libros, pudo divisar una biblioteca gigante, de varios pisos, con grandes escaleras y miles de ejemplares de cuentos infantiles sobre los estantes. Eran libros virtuales, con hologramas y figuras tridimensionales. Él que era amante de la lectura de ciencia ficción, se sentía maravillado ante tal descubrimiento. Era como ver una gran película pero adentro de un libro. La felicidad le brotaba por los poros y lágrimas de emoción mojaban su rostro. Estaba inmensamente absorto frente a tanta belleza, jamás vista.
Al descender, plantó una banderita con su nombre, que preparó durante el viaje, como fiel testigo de su paso por ese nuevo mundo y comenzó a recorrerlo, extasiado por tanta belleza. Las palabras formaban una fiesta a su alrededor. Subían y bajaban como por un tobogán, se deslizaban etéreas por senderos luminosos , titilando como estrellas, dibujando siluetas cósmicas ,un tanto difusas, como resplandores ,efectos de luz que acariciaban sus sensibles ojos produciendo un destello inusual .
Se entretuvo mucho tiempo mirando los libros y jugando con las computadoras holográficas pero allí el tiempo no era igual al que se vive en la tierra. En una milésima de segundo había descubierto muchísimas historias y recorrido todos los estantes, explorado toda la inmensidad del planeta. Cuando quiso darse cuenta, estaba solo frente al universo. La tierra desde allí se veía como un globo azulino, como una pequeña mota de polvo suspendida. Así de diminuta, pero donde habitan todos los seres que ama y conoce, los buenos y malos, los santos y endemoniados, los soñadores y los realistas, los pequeños y los ancianos.
Se preguntó, cómo en un grano de arena cósmica, puede caber un conjunto tan inmenso de personas con diferentes sentimientos, donde cada ser, cada superestrella, el héroe, el amado, el odiado o deseado, es dueño de habitarlo. Sintió una emoción tan fuerte que deseó regresar pronto y abrazar a su gente. Pidió que lo transportaran nuevamente a su tierra y agradeció a ese grupo de humanoides que le permitieran descubrir toda aquella maravillosa experiencia, además de sentir esa nueva y desconocida sensación de arraigo y nostalgia.
Al llegar a tierra, se despidió de todos ellos y entró a su habitación. Desde la ventana saludó a sus nuevos amigos que en viaje se elevaban raudamente, haciendo señales de luces con su linterna, sabiendo que sí lo veían. Cada noche miraba el cielo a través de su telescopio intentando hallar el planeta literario, pero tan sólo podía ver un punto rojo en el espacio y la banderita con su nombre flameando.”
Así fue que de esta manera, finalizó su cuento y le pidió a su madre que lo enviara para el concurso.
A los pocos días llegó la tan deseada Noche de Reyes. Preparó su calzado junto a la ventana, con la esperanza de encontrar, al despertar, su regalo adentro del zapato, como todos los años.
A la mañana siguiente, fue a mirar ansiosamente su obsequio. Grande fue la sorpresa cuando vio un gran sobre con el sello de la NASA sobre el frente. Lo abrió con las manos temblorosas por la emoción y pudo leer que había resultado ser el ganador de la Beca de estudios por obtener el primer premio del certamen con el cuento “El planeta literario”.
Se acercó al árbol de Navidad y besó la estrella dorada dándole gracias así por cumplirle el deseo. Ahora sí podrá estudiar y prepararse para viajar al espacio como lo soñó tantas veces. Ahora sí podrá divisar desde lejos ese globo azulino, esa mota de polvo diminuta, suspendida en el espacio, pero que encierra tanto amor.
Podesta Cuenta. La función continúa.
Proyecto ganador de una BECA a la Creación del Fondo Nacional de las Artes
Talleres literarios y de escritura para chicos y grandes en Pablo Podestá - Tres de Febrero.
Otros espacios literarios en los que trabajo: AALIJ y Revista Miradas y Voces de la LIJ - SADE 3F - Microscopías
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