Maria Fernanda Macimiani©
La mamá de Lucrecia estaba muy preocupada porque Warí, el gato, en una de sus aventuras había perdido el cascabel que llevaba en su collar. Lucrecia intentaba seguirlo para ver adónde había estado pero él se escapaba y no lo podía encontrar.
Entonces se metió en la casa de las muñecas y les preguntó a sus juguetes si alguno tenía una idea para descubrir a Warí, las muñecas, los osos y los otros chiches quisieron colaborar pero solo el viejo gato de peluche amarillo le dijo lo que podía haber pasado.
- Lucrecia, yo vi llegar a Warí muy agitado y golpeado en estos días y creo que sé porque.
- ¿Por qué? - preguntó la nena.
- Los gatos somos muy paseanderos, nos gusta visitar los techos de las casas del barrio, los jardines y maullar de noche para cortejar a las gatitas bonitas. Pero a veces nos metemos en líos.
Lucrecia al oír atentamente lo que dijo su peluche, se decidió a investigar en que andaba Warí. Fue a la habitación de su mamá y sacó un cofre lleno de cosas útiles que guardaba para momentos especiales. Como encontrar el cascabel era algo muy especial comenzó a sacar: sogas, tizas, guantes, pegamento, clavos y también llaves, velas, un reloj y una calculadora. Hasta que al fin encontró algo interesante; la crema para volverse invisible que le dieron en la juguetería del barrio. Nunca la había usado pero este era el momento para hacerlo. En un minuto Lucrecia se había pasado la crema desde el pelo hasta la punta de sus zapatillas rojas.
Muy segura se escondió y esperó que su gato saliera a dar una vuelta como todas las tardes y lo siguió.
Warí siempre corría y se escapaba cuando la veía fuera de la casa pero esta vez parecía no verla ni oírla. Iba apurado por la vereda y no parecía ni acordarse del cascabel que mamá le había puesto en el collar. De repente ¡Pruch! El gato dio un salto y cayó parado sobre el muro de una pequeña casa llena de flores y enredaderas. Lucrecia estaba muy cerca, pero tal vez gracias a la crema para volverse invisible, él no la veía y caminaba sobre el muro contorneando su cuerpo, de acá para allá con mucha elegancia dando de vez en cuando unos largos maullidos estirando su cuello.
Todo parecía mas o menos normal hasta que no sé de dónde aparecieron junto a el gato muchos otros gatos, mas grandes y sucios que Warí. Fue horrible; ellos le daban manotazos con sus uñas afiladas y lo querían tirar del muro, Lucrecia ya no podía aguantar mas, cerró los ojos y deseó con muchas ganas que los gatos callejeros no dañaran a su Warí y como por arte de magia ¡Plufff! Todos huyeron rápidamente.
Menos Warí que seguía allí cansado pero firme como un príncipe, entonces la nena se acercó y pudo ver que de la casa salía una abuela con una mantilla rosa que le cubría la espalda y entre sus brazos traía una hermosa gata siamesa, blanca y coqueta. Lucrecia quedó maravillada y mas todavía cuando vio que la gata tenía colgado de su collar el cascabel de Warí.
En ese instante Lucrecia había descubierto el misterio, lo que pasaba era que su gato se había enamorado y como buen enamorado tenía que regalar algo a su gata, él le regaló su cascabel.
Lucrecia volvió a su casa contenta y se dio un buen baño porque tenía miedo de que después de tanta aventura su mamá no le sirviera la cena.
Este cuento espera editor que lo publique en un libro, para compartirlo con los niños.
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